Un mundo (audiovisual) violento
Año tras año, los estándares de la narrativa van cambiando, casi siempre de manera inadvertida. Es cierto que se dice a menudo que esta o aquella película supuso un cambio de época, pero los verdaderos cambios suelen ser subterráneos y pasan inadvertidos hasta que, en un momento dado, nos detenemos y echamos la vista atrás. Es entonces cuando nos damos cuenta de cómo han cambiado las cosas. la transformación se produce mediante las llamadas causas tenues, que son casi siempre más importantes en la evolución de la sociedad y del gusto que los grandes cisnes negros, los grandes cataclismos. Pero que también pasan, como es obvio, inadvertidas. En el mundo de la narrativa audiovisual, ya hemos visto muchos cambios en los artículos anteriores y casi todos ellos se produjeron mes a mes, sin destacar demasiado, silenciosamente. A continuación me referiré muy brevemente a otros cambios en el estilo y la percepción cinematográfica.
La violencia es un buen ejemplo de cambio casi inadvertido en el día a día, pero muy radical por acumulación, en el lenguaje cinematográfico. La tolerancia a la violencia se ha convertido en un elemento rutinario: hoy en día nos asombra que directores como Sam Peckimpah parecieran insoportablemente violentos en su época, o que guionistas como Steve Bochco y David Milch (Canción triste de Hill Street, NYPD-Policías de Nueva York) tuvieran que amenazar con despedirse cada vez que hacían una nueva serie de policías y exigían a los productores que les dejasen mostrar más violencia, más sexo y más lenguaje soez.
La violencia es un ingrediente tan cotidiano en las películas y series que los nuevos directores han llegado a pensar que si no hay sangre, una buena pelea o alguna muerte o masacre, entonces es que no está pasando nada. Gran parte del público piensa lo mismo. Se suele pensar que reflejar toda esa violencia es una manera realista de mostrar cómo es el mundo, pero es obvio que la proporción entre la violencia audiovisual y la que se produce en el mundo está claramente desequilibrada y que la ficción multiplica por cien o más la violencia existente.
Por poner un único ejemplo, si examinamos la violencia en Estados Unidos, que es probablemente la cinematografía más violenta, sin embargo, el número de homicidios ha ido descendiendo década tras década desde 1990 (4.8 por 100.000 en la década de los 2010 y 10.2 por 100.000 en los años 80), pero es casi seguro que los asesinatos cinematográficos del cine comercial y la televisión hayan aumentado constantemente. A falta de una investigación a fondo, probablemente encontraríamos una correlación inversa: cuantos más asesinatos en la ficción, menos asesinatos en la vida real. Pero, claro, correlación no implica una relación de causa y efecto. Es tan solo un aspecto curioso en relación con nuestra actual (y probablemente injustificada) afición a la violencia.
El guión de cine y los prejuicios