Cambios inadvertidos en el gusto: los planos
En los artículos anteriores he hablado de diversos cambios del lenguaje cinematográfico que el espectador ha aceptado casi sin darse cuenta de la trasformación que se estaba produciendo en su sensibilidad, como el paso del cine mudo al sonoro, o del blanco y negro al color, o la acción cada vez más trepidante de las películas. Lo que me interesaba era mostrar que los espectadores consideran natural el último lenguaje cinematográfico y no suelen ser conscientes de que su sensibilidad está siendo continuamente reeducada.
Para ser más precisos, habría que decir que la mayoría de los espectadores suelen aceptar no lo último, sino lo penúltimo. Sucede lo mismo con los gustos cinematográficos o audiovisuales que McLuhan decía en relación con la tecnología: el ser humano siempre se siente más cómodo con la tecnología anterior al inmediato presente. Vivimos a gusto en el mundo creado hace 30 años. Es por eso que quienes han conocido el libro de papel son reacios al libro electrónico y creen de alguna manera que con lo digital se pierde algo así como el alma (o aura en el sentido que le daba Walter Benjamin): como si hubiese algo intangible y espiritual ligado a hojas de papel recortadas y encuadernadas. Podemos suponer que quienes usaban papiros debieron sentir una desazón semejante ante la llegada de los libros: ¡con lo fácil que era en un papiro saber que lo que habías leído estaba “más arriba” y que lo que ibas a leer estaba “más abajo”!
Tecnologías como la del libro tardan en cambiar. Desde la aparición de los primeros libros en Occidente hasta los libros impresos de Gutenberg pasaron unos mil años, y han tenido que pasar otros quinientos hasta la llegada del libro electrónico. Es muy posible que todavía pasen cien años o quien sabe si doscientos hasta que llegue el nuevo libro que se anuncia en La obra de arte en los tiempos de la percepción malebranchiana (que se puede leer en Recuerdos de la era analógica). Sin embargo, el lenguaje y la técnica cinematográfica han estado cambiando continuamente desde la invención del cine, hace apenas cien años, y los espectadores se han adaptado a lo penúltimo con cierta facilidad cada cinco o diez años. Pero, aunque se trate de un cambio más veloz que en el caso del libro, la mayoría apenas han percibido cómo su percepción se ha ido modificando.
Antes de regresar al asunto de los prejuicios, quiero ofrecer algunos ejemplos más de cambios que se han producido en nuestra sensibilidad cinematográfica.
Tipos de plano
Una modificación notable del lenguaje cinematográfico ha sido el abuso del primer plano y del primerísimo plano, que probablemente es influencia de la televisión, pues en la pequeña pantalla los rostros lejanos apenas se podían apreciar. Sin embargo, los primeros planos también son, en el cine de Hollywood, una imposición de los actores frente al director: se refuerza el protagonismo de ellos y se minimiza el trabajo del director, que poco puede hacer con un primerísimo plano.
Hace unos años me contaron que Kevin Costner aceptó participar en un cortometraje español. En un momento dado le dijo al director: “Hazme aquí un primer plano”.
¿Por qué? No por nada relacionado con lo que se estaba contando, simplemente porque quería una oportunidad de lucirse y reafirmar su protagonismo. El efectismo de los primeros planos a veces (para quienes vivimos todavía en el penúltimo o antepenúltimo lenguaje cinematográfico) resulta insoportable cuando, ya desde las primeras escenas, vemos, sin tener ninguna relación con la intención o la emoción de lo que se está contando, a actores en primerísimos planos.
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