Macbeth y las tres brujas
Uno de los comienzos de las obras de Shakespeare que me parece especialmente interesante es el de Macbeth.
Todos conocemos la escena en la que Macbeth se encuentra con las tres brujas y es fácil que la recordemos como la primera escena de la obra, pero no lo es.
En la primera escena de Macbeth vemos a las tres brujas, pero solas. Las tres se alegran por la próxima batalla y anuncian que volverán a reunirse para encontrarse con Macbeth en el páramo.
De este modo, como ya hemos visto que es habitual en Shakespeare, se menciona al protagonista pero todavía no lo vemos. No es exagerado decir que esta aparición primera de las brujas es el equivalente de los modernos teaser de las series, esa escena, por lo general antes de los créditos, en la que muchas veces se anuncia el mundo extraordinario, en este caso insinuando algo siniestro e infernal. Es también un gancho atractivo, para que el espectador asista a continuación a una escena menos emocionante pero necesaria, en la que veremos al rey Duncan de Escocia hablando con sus nobles acerca del valor que Macbeth ha demostrado en la batalla.
Tras presentarnos, como en toda buena exposición, al rey Duncan y a su consejero Malcom, llega un mensajero que anuncia que el rey de Noruega ha sido vencido, a pesar de la traición del escocés Señor de Cawdor. Eso hace que el rey de Escocia sentencie a muerte al Señor de Cawdor y le diga al mensajero que vaya al encuentro de Macbeth y le anuncie que a partir de ahora será el nuevo Señor de Cawdor.
Con estas primeras escenas y una más de las brujas, que tras la batalla presumen de sus macabros trofeos, llega por fin el momento de presenciar el conocido encuentro entre Macbeth y las brujas. Se podrían decir muchas cosas acerca de las sugerencias filosóficas o metafísicas de estas escenas, pero lo que nos interesa aquí es conocer el mecanismo narrativo. Por qué Shakespeare nos ha ofrecido este comienzo.
Además de presentarnos a unos cuantos personajes fundamentales, como el rey Duncan, Malcom y las brujas, además de mencionar a Macbeth y prometernos su encuentro con las brujas. ¿Por qué lo ha hecho de esta manera? ¿Por qué no ver a Macbeth en la primera escena, como aconsejan los manuales de guión?
En primer lugar Shakespeare parece tener la intención de crear expectación acerca del que todos saben que será el protagonista, puesto que la obra se titula «La tragedia del rey Macbeth». Este parece que era un recurso habitual en Shakespeare: dilatar la presentación del protagonista. Crear expectación hacia el protagonista.
Pero las dos escenas de las brujas y las dos del rey tienen otra intención mucho más fundamental. Shakespeare quiere que los espectadores sepamos desde el principio que Macbeth es el señor de Glamis (por eso lo dicen varias veces los otros personajes) pero también quiere que sepamos que ya es también oficiosamente el Señor de Cawdor. El rey Malcom y su mensajero lo saben y nosotros, los espectadores, también, pero Macbeth y su amigo Banquo todavía lo ignoran cuando se encuentran con las brujas. De este modo, Shakespeare nos ha preparado para disfrutar de una manera compleja del encuentro con las brujas en un páramo Esto es lo que en ese momento las tres extrañas hermanas le dicen a Macbeth:
Bruja primera: ¡Salve, Macbeth! ¡Salve a ti, señor de Glamis!
Bruja segunda: ¡Salve, Macbeth! ¡Salve a ti, señor de Cawdor!
Bruja tercera: ¡Salve, Macbeth, que en el futuro serás rey!
Macbeth y nosotros escuchamos de diferente manera estos saludos. Macbeth se estremece de manera extraña, sin duda porque se despierta en él la ambición, el deseo de que las profecías se cumplan: convertirse en señor de Cawdor y llegar a ser rey de Escocia. Nosotros, los espectadores, sabemos que la segunda profecía ya se ha cumplido y nos preguntamos si se cumplirá la tercera. También tenemos ganas de ver cómo reaccionará Macbeth cuando le anuncien que, en efecto, es señor de Cawdor. En todo este inicio, Shakespeare está repartiendo con habilidad la información entre los diversos personajes y, en especial, entre nosotros y Macbeth.
La madeja infernal ya está creada.
Hay que señalar también un asunto importante. Aunque a primera vista puede parecer que las brujas conocen el futuro y que, por lo tanto, Macbeth está destinado a ser rey, esto no es del todo obvio, entre otras cosas porque Shakespeare nos ha contado que el rey nombra a Macbeth nuevo señor de Cawdor antes de que las brujas reaparezcan, así que ellas pueden conocer la decisión del rey y aprovechar esa información para tentar a Macbeth.
Siempre queda un margen de ambigüedad en las obras de Shakespeare, incluso cuando intervienen poderes infernales. A partir de ahora, los espectadores estamos atentos no sólo al momento en el que Macbeth descubra que es señor de Cawdor, sino al despliegue de su ambición, su obsesión por que se haga realidad el tercer saludo de las hermanas: convertirse en rey de Escocia.
Y a todo lo anterior se une otra intriga e inquietud, pues las brujas también han saludado a Banquo. Han dicho que Macbeth será rey pero que no creará una dinastía, porque ese honor le corresponderá a los hijos de Banquo y sus descendientes:
«Salve Banquo, que serás padre de reyes».
La situación ahora ya está perfectamente enredada. Macbeth pronto sabrá que es el nuevo señor de Cawdor. Podremos entonces contemplar cómo crece la tentación de acelerar el proceso que le llevará a convertirse en rey, alentado también por su esposa, lo que lo conduce a la decisión de matar al rey Duncan. Así comienza su carrera criminal, en la que será dominado por dos pasiones, el remordimiento y el temor a ser depuesto por los hijos de Banquo.
Si el comienzo de la obra se hubiera mostrado de otra manera, si hubiésemos contemplado primero el encuentro de Macbeth con las brujas y después hubiera llegado el mensajero, o si el mensajero le hubiera anunciado primero a Macbeth que era señor de Cawdor, y tan sólo después se hubiera encontrado con las brujas, el interés y las emociones para los espectadores serían muy diferentes. Quizás mejores, quizá peores, aunque me atrevo a pensar que la decisión narrativa de Shakespeare es la mejor, no sólo por el interés creciente de las escenas iniciales, sino por diversas piezas narrativas que acabarán encajando, entre ellas las nuevas promesas de las brujas.
En definitiva, existen pocas dudas acerca de que Shakespeare planeó minuciosamente este comienzo de Macbeth, y los de sus otras obras. Como nos advierte James Shapiro, es muy arriesgado menospreciar los comienzos de Shakespeare:
Las aperturas de Shakespeare pueden parecer casuales y accidentales, pero, como los directores de escena de hoy en día aprenden a su propio riesgo, no pueden ser modificadas fácilmente.