Somos personajes de Shakespeare: no hay quien nos entienda

Al contrario que Aristóteles, que pensaba que el arte debía imitar a la vida, Oscar Wilde pensaba que es la vida  la que imita al arte. Y añadía: «Y en concreto a William Shakespeare».

Puede parecer una frase para llamar la atención, sorprender o escandalizar, o como dicen los franceses, epatar. Pero Wilde se refería algo muy concreto:  el movimiento Romántico que se extendió por el mundo a mediados del siglo XIX y del que todavía somos en gran parte herederos, surgió de la lectura de obras de Shakespeare como Hamlet, Macbeth o Romeo y Julieta. Por eso, el crítico Harold Bloom tituló uno de sus libros Shakespeare o la invención de lo humano. Bloom sostiene que nuestra personalidad actual debe mucho a Shakespeare. Que la personalidad actual imita en muchos de sus rasgos alos personajes de Shakespeare.

Una de las cosas que hace más interesantes a esos personajes es que Shakespeare no da una única explicación de los motivos que llevan a sus personajes a actuar de una manera u otra. Eso los hace más complejos y fascinantes. Lev Tolstoi criticaba a Shakespeare precisamente por esa indefinición psicológica, por no dar un motivo claro a cada acción. Por ejemplo, decía que en la historia en la que se basó Shakespeare para escribir Othelo los motivos del malvado Yago estaban muy claros, pero que en Othelo no lo estaban. Yo creo que Tolstoi se equivocaba y que esa no definición simplista de los motivos es lo que hace grandes a los personajes de Shakespeare, entre otras cosas porque no se pueden reducir a un estereotipo obvio y siempre pueden y son reinterpretados, generación tras generación. 

En contra del desmesurado psicologismo que promocionan los manuales de guión actuales, creo que es mucho más interesante y sugerente la manera shakesperiana.